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I Fought The Law

Que NO

Lo admito. Me he pasado una semana y media con el mismo tema. Pero, después de tantos días a vueltas con lo mismo, hay algunas cosas que me llaman la atención en todo este cristo. Algunas posiciones se matizan, todos sabemos a qué jugamos, y un ode los diarios más tendenciosos de Barcelona ha tenido que refrenar su propaganda. Después de dedicarle una entrevista, por fin, a una persona del NO, pero con la clara intención implícita de desacreditar esa posicion (Alejandrita Mussolini, ni más ni menos) y de días y días de edulcoramiento bobo estilo los dicursitos de los líderes del PPOE estos días, han cedido. Se deben haber dado cuenta de que se están pasando veinte pueblos, como ya lo hicieron pidiendo el voto a un determinado partido en su editorial. Lo que viene a continuación está sangrado, fusilado, y copiado de El Periódico de Catalunya, esos que tienen mi currículum en un oscuro cajón. Con ustedes, la tira de Ferreres y un Disco duro de Joan Barril que, si bien no es ningún subversivo, a veces parece tener cierta cabeza. Y -offtopic- esta noche, concierto guapo.

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LOS LÍMITES DE LA FE


LA PENA DE MUERTE está escondida en el Tratado. Alguien la ha admitido y ahora se nos pide un voto para esa abyección. Cada uno tiene sus manías. Y la mía es no tolerar que un Estado decida quién merece morir.

joan barril

Esta parábola india no por repetida es menos eficaz. Un grupo de niños ciegos van a conocer al elefante. Uno agarra el colmillo y piensa que el elefante es como una espada. Otro acaricia el rabo y lo compara a una serpiente. Un tercero rodea una de sus patas y piensa en el tronco de un árbol. La complejidad del elefante no es muy distinta a la complejidad del Tratado que se nos invita a votar el domingo. Entre el texto, los protocolos, los dos anexos y las declaraciones que configuran el paquidermo constitucional europeo hay motivos para actuar como niños ciegos. Al menos así nos consideran los defensores del sí. Niños que debemos creer que Europa es todavía el lugar donde proyectan películas guarras y se comen ostras por la calle y los cuartetos de cuerda tocan en los parques. Ciegos, porque de lo que se trata es de que no haya mucho debate. Si es cierto, como dijo el profesor Valverde, que no hay estética sin ética, hay motivos para sospechar del texto constitucional, un texto del que se ha extraído la más mínima tentación de belleza, de claridad y de comprensión. Una vez más Occidente ha vuelto a caer en el error de todas las religiones del libro: Biblia, Corán, Torá precisan de exégetas que los interpreten. El Tratado de la Constitución europea está redactado para que sus beneficiarios no lo entiendan. Pero, al igual que sus homólogos religiosos, se nos pide que votemos por lo que dicen sus sacerdotes.
Los que trabajamos con las palabras tenemos un cierto respeto por su significado. Así, basta someter el enorme texto a un simple programa informático para que nos busque las palabras más significativas del tratado. Sólo en las cuatro partes del tratado la palabra banco aparece en 176 ocasiones y la palabra mercado sale en 88 ocasiones. Recuerdo a los prohombres de la ampliación europea, divididos entre los apóstoles de Europa y sus mercaderes. Los primeros hablaban de una Europa de 450 millones de ciudadanos y los segundos se relamían pensando en 450 millones de consumidores. Esa insistencia en el dinero y la torpe amenaza con la que los siistas pretenden hacernos creer que el voto negativo nos arrojará al llanto y al crujir de dientes son harto sospechosas. Con la edad ya no estamos para actos de fe. El único argumento sólido del sí se basa en la demonización de los noistas. El buen demócrata debe enfrentarse al que tiene ideas distintas, pero también debería estar dispuesto a todo para que su adversario pudiera pregonarlas en libertad.
Como un niño ciego ante el elefante busco la palabra muerte. El texto expresa el repudio a la pena de muerte. Me siento tranquilo, porque la pena de muerte es la abyección del mejor de los textos. Pero siempre hay letra pequeña. Y ésta admite la pena capital en casos de guerra o de "peligro de guerra inminente" (artículo 2 del protocolo 6). Más aún: admite la muerte "para reprimir, de acuerdo con las leyes, una revuelta o una insurrección" (apartado 2 del artículo 2). Sabemos de la extrema vaguedad de las razones de Estado, pero si algún día se me quiere reprimir no me gustaría que lo hicieran con mi voto afirmativo. Demasiadas trampas para un voto de fe.

2 comentarios

david -

me a sorprendido gratamente el periodico.

Grego -

Hoy en "El País" declaraciones de López Garrido "no conozco otra constitución más progresista". Ojo, este tío es Catedrático de Derecho Constitucional.