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I Fought The Law

Banned from the pubs

Los bares pre-olímpicos (I) Hoy: el Pimpollo

Los años previos a los juegos del 92 desdibujaron Barcelona, crearon una nueva ciudad. Todas las operaciones dermoestéticas del entonces alcalde Maragall hicieron desaparecer para siempre estampas urbanas dignas de aparecer en las primeras novelas de Pepe Carvalho. Ya no hay traficantes en Sant Ramon, ya no hay lumis en Robador, ya no está Bromuro en Escudelllers. Y evidentemente ya no hay ni los bares ni los locales de refocile de aquella época, imponiéndose un diseño para el nuevo turista que atrae esta nueva city. Auténticos artefactos de precisión del ocio, donde ya no te encuentras al colega tomándose su Damm por 150 pelas. Todo eso pasó a la historia. Sin embargo, hay algunas excepciones todavía, auténticos templos donde sería fácil imaginarse en la misma barra a un madero de paisano, a un cenetista vieja escuela, a un fanático de Los Calis, al vecino del cuarto y a algún japo Leika en mano.
El Pimpollo dejó de existir hace poco, y todos los asiduos entonamos un réquiem por él. Se trataba de un pequeño local ubicado en la esquina de Regomir con Ample, sin ningún letrero identificativo, lleno de gente y que apestaba siempre a diferentes tipos de aceites refritos. Su especialidad era el Bocata, en el sentido orgíastico del término. No tenían reparos en ofrecerte barrocas combinaciones con siete o ocho ingredientes distribuidos en la mitad de pisos por un precio realmente económico. Pero, como decía la canción de Los Módulos, todo tiene su fin.
¿Cual fue la desdicha de El Pimpollo? Los controles de Sanidad. Y es que ese local no era precisamente el sitio dónde alguien desearía pasar encerrado más de dos horas seguidas de su existencia. Por ejemplo: unas sombras en la pared con forma de sartén delataban la suciedad acumulada durante años, materializada en un ventilador situado en la esquina del techo que, de haber tenido un mecanismo sano, no podría haber arrancado del pringue grasiento marrón que lo estucaba exteriormente. El dueño sudaba copiosamente y fumaba tabaco negro como un obseso a la vez que manipulaba los alimentos, y era fácil ver cucharachas subiendo los azulejos del infectísimo WC -dotado de plancha turca y no de taza, obviously-.
¿Poco higiénico? ¿Arriesgado para la salud? ¿transmisor de enfermedades? Igual. Pero después de haber conocido las batallitas de más de un colega ex-pizzero y ex-mcdonaldero, prefiero que me sean honestos y ver lo que te zampas, que en ese caso no tenía tan mala pinta. Y estaba bueno, y era barato.
Próxima edición: Bar Nerón (Ataulfo - Comtessa de Sobradiel)

Gracias a Yuri por la inspiración y por el conceto

Escuchando: Religion - Front 242

4 comentarios

Nika -

La verdad es que los bares en los que las cucarachas te sirven los bocadillos, son los más entrañables y en los que parte de tu vida y anecdotas han transcurrido en ellos, entre grasa y olor a "Fritanga". Se merecen homenajes como estos.

Amig -

Y la edición III imagino que será para el California.

Amigo Gagarin -

Recuerdo que algunas semanas después de ver siempre cerrado el Pimpollo, una tarde vi al dueño abriendo la persiana.
- ¿Has cerrado el negocio?
- Me lo han cerrado los de sanidad.
Ni se me ocurrió preguntar el porqué.

Por cierto, la señora esposa del cocinero bien merecería otro post.

lara -

muy bueno, en serio... bona nit!!!! salud