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I Fought The Law

Summer in the city

Summer in the city

Arde Santa Coloma. Lo veo, humo alrededor de esos bloques que a algún iluminado le dio por colgar encima de una montaña. Arde y misteriosamente no necesita ser desalojada ninguna vivienda. No hay bosque ni vegetación digna de ser calcinada, solo bojas y hierbajos varios que han prendido. Sería un poco aventurado afirmar que alguien incendió la zona con fines especulativos, hablando de la montaña de la que hablo. Pero a estas alturas del baile, ya no me extrañaría nada.

Los niños en el barrio se aburren. El fin del curso académico les regala horas y horas que o no saben invertir o sencillamente nadie les ofrece nada. En realidad se trata de una mezcla de ambas cosas. La moribunda oferta del barrio que ahora intentamos reflotar ha generado la apatía. ¿Pero no tienen videoconsolas? ¿Messenger? No, don Toni, en este barrio no tienen, como tú tampoco tenías. Intento pensar qué hacía yo con 12, 13, 14 años en verano. Vaguear por las calles seguro que no. Mi colega J. se iba a otros barrios, decía, el suyo apestaba, ya escuchábamos Siniestro Total y La Polla y caía alguna que otra litrona. Robar botes de pintura en spray y escaparse con el colega a pintar trenes en Mataró. Ir a la playa, echar unos billares.

Pero estos crios que he tenido que echar esta tarde de mi trabajo por incordiar no son así. Cinematográficamente hablando incluso me recuerdan un poco a los personajes de Barrio, la película de Fernando León, incluso en la fisonomía de su suburbio. La psicología que les rige es sencilla: molestar para ser reprendidos. Para matar el tiempo. Uno de ellos, que me ha tirado incluso alguna piedra, consigo cogerlo por banda. Le hago un comentario que le hiela la sangre “Vamos adentro que vamos a llamar a tus padres”. No hace falta ir tan lejos, pero me apuntan el porqué el chaval se mea en sus pantalones ante la afirmación: en su casa le meten unas palizas terroríficas. Y cuando la familia te da la espalda, te la tienes que buscar en las calles. Muy seguramente a disgusto de la propia familia que ya de por sí tiene sus hipotecas, agobios, tensiones, su existencia mezquina en el mundo que la Tv nos había pintado con tonos pastel y con como mucho conflictos a la altura de los de cualquier telefilm de éxito.

Arde Santa Coloma y arde mi barrio como podría hacerlo el de cualquier periferia de clase trabajadora, en años de precariedad y exclusión social.

Escuchando: Fourth of July - Soundgarden

7 comentarios

Colibrí Lillith -

Saludos!
Ahora que tengo tiempo quería pasar a visitar tu blog. Veo que sigues bien, me ha gustado mucho este artículo :) (yo tb he tenido siempre un pueblo al que ir)

En fin, sigue así :)

zenia -

Saludos isleños. Tu página siempre me recuerda que en el primer mundo también hay un tercero.
Mi distancia tercermundista se acorta con tu weblog.

Kali -

Triste realidad... yo de pequeño me pasaba un par de meses en Santander, 15 dias en el campamento de scout, y luego dios diría...a SAlamanca, a jugar a las canicas y a las chapas...

palante -

Les escribo desde mexico df, para darles a conocer un blog con los vinculos de varios blogs interesantes.

www.blogsconfifi.blogspot.com

saludos

marta -

Muy bien plasmado... los del barrio de Artigas (Badalona-St Adrià) dedican también sus tardes de verano a incordiar, delinquir es una diversión más...quizá es el momento del día en el que reciben más atención, aunque solo sea para ser vistos como "despreciables" por los observadores de sus fechorías. Curioso.

canserra -

Yo, por suerte, también me iba para el pueblo, y no me pasaba como a los tres chabales de Barrio. Sinceramente, solo le encuentro la gracia a la ciudad, cuando ya tienes algo de edad, quizás quince para arriba. Porqué esos días de estío están llenos de conciertos, casas ocupas, fiestas de barrio, etc aunque al final, sobre todo en agosto, tampoco te terminan de llenar.

mia -

bonito y triste post. Nunca me había planteado qué hacían los niños de ciudad durante los 3 meses de verano. Yo gozé de la suerte de unos abuelos en el pueblo, donde las bicicletas en plan "verano azul" discurrían entre campos repletos de melocotones (que robábamos y luego nos picaba todo el cuerpo). Todos los niños deberían tener un pueblo al que ir en vacaciones.