Little red book
Decía una de esas máximas que tanto gustan citar los adolescentes que si lloras porque no ves el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas. Desconozco de qué autor o escrito está extraída. Pero retomando su sentido -según como, incluso conservador-, y aprovechando la salida de Triunfo en versión digital –con los panegíricos habituales acerca de lo grande que era, y el hueco dejado por su desaparición-, si nos quedamos en la mera lamentación por el caído, nos costará percatarnos de que existe en la actualidad, por ejemplo, una publicación a su altura llamada El Viejo Topo . Auténtica superviviente de los 70, supe de su existencia cuando hace muchos años cayó un ejemplar de su primera época en mis manos. Me llamó la atención su portada dado que, en aquellos años de resaca postsoviética debida a las celebraciones imperiales, me supuso un auténtico revulsivo cerebral. En ella salían Karl Marx y Lenin llevándose las manos a la cabeza con gestos faciales de horror ante la contemplación de un polluelo rompiendo el cascarón de su huevo. El proyecto de pollo era un señor uniformado, con muchas medallas en el pecho y prominentes cejas: Leonidas Brezhnev.
Esa portada me pareció tan excelente en su momento que más de una vez he pensado, en tiempos más recientes, retocarla digitalmente y poner, en lugar del rostro del mandatario soviético, el de más de algún que otro autodenominado comunista actual que, pese a levantar el puño y usar grandiosas fraseologías, no deja de ser un cretino. Lo triste es que hay muchos, y lo más triste todavía es que pese a la autocreencia de ellos en cierto poder simbólico, que no real, en el fondo son tan insigficantes que no servirían para lograr el efecto irónico y comunicativo que sí conseguía un Brezhnev. Contra esta gente, que por lo normal utilizan –como diría Vázquez Montalbán- cinco duros de marxismo, hay revulsivos. Uno de ellos, aparte de la praxis, es la reflexión y el debate teórico.
Contra el anquilosamiento –por paradójico que parezca- nada mejor que, pongamos un ejemplo, un clásico como los Manuscritos Filosoficos y Económicos de Karl Marx, reeditado –gracias, hay inteligencia en este planeta!- en edición de bolsillo por Alianza, a cinco euritos de nada. Ya me estaba empezando a hartar de ver las estanterías de las librerías vacías de libros de Marx, tan o más fundamental como pensador que un Rousseau, o un Kant. Y tan absurda su ausencia como la de otros filósofos, economistas y políticos básicos para interpretar -y porqué no, transformar- el mundo. Por momentos, y desde que abracé la actividad política a inicios de 1993, me he sentido huérfano en la formación teórica. Por momentos parecía un asunto semicladestino. Ausencia de títulos en librerías, ausencia de cursos o seminarios en mi entonces organización, ausencia de publicaciones de cierta tirada, mis lecturas políticas eran o viejos libros o fotocopias grapadas que me había pasado algún estudiante de historia que a su vez había conseguido vía la asignatura del profesor loco antisitema que fue de Bandera Roja en su adolescencia.
Dejémos de lamentarnos. No sólo es factible encontrar Viejos Topos en la actualidad, o los clásicos de Marx y Engels. Es también factible conseguir auténticas joyas del pensamiento de la izquierda radical de inspiración marxista actualizadas –necesariamente- a nuestros tiempos. Dejen de llorar por los tiempos pasados en que los kioskos vendían Triunfos y los jóvenes preferían un tocho de Althusser a un Playboy. La actualidad nos depara arsenal ideológico suficiente como para plantear alternativas al capitalismo global. Usemos el conocimiento como arma, como esa imagen de La Chinoise de Goddard en la que un tanque de juguete norteamericano se ve frenado y aplastado por miles de libros rojos de Mao. En otros tiempos también un canciller Metternich consideró muerta la experiencia revolucionaria francesa, incluida su deformación y mutilación Bonapartista. En otros tiempos también se conspiraba paralelamente a la ola de propaganda idiotizante y unidireccional a favor del status quo propagado por la Santa Alianza y sus cien mil hijos proto-otanianos. Se conspiraba y se les acusaba de sediciosos, subversivos, violentos, fuera de la ley. Lean, pardiez, lean ; instrúyanse, conmuévanse. Utilicen su inteligencia, su pasión y su acción. Y déjense de suplementos de El País Semanal.
Escuchando: New World Order - Alec Empire
1 comentario
Bernat -
(Lo que uno puede aprender con el trivial pursuit!)