Kick out the jams
Estamos en 1971. Raoul Duke y su abogado samoano, el Dr. Gonzo, atraviesan el desierto de Mojave en direccion Las Vegas con un Cadillac descapotable. El objetivo: cubrir una carrera de motocross. La compañía: varias bolsas de marihuana, un bote de éter, varios gramos de cocaína, unas cuantas docenas de ácidos, unas dosis de mescalina y muchas, muchas latas de cerveza.
La carrera de marras importa una mierda. Lo que importa es colocarse hasta el vómito, vivir experiencias psicodélicas en cualquier casino de Las Vegas, destruir habitaciones de hoteles y secuestrar a una adolescente que pinta retratos de Barbra Streisand. Este viaje, físico y mental, es la culminación de una locura que Duke empezó en San Francisco 6 años antes presenciando un concierto de Jefferson Airplane, en el que un hippie acaba lamiéndole en los lavabos la manga de su chaqueta impregnada de LSD. Al final queda demostrado que no se podía conseguir la paz y el amor universal a fuerza de consumir dosis a 3 dolares. "No trafiques con maría en Nevada; 20 años posesión, perpetua la venta". El sueño de los hippies se había tornado una pesadilla. Los beatniks, al contrario que sus sucesores, combatían el sistema. Los hippies, o al menos lo que años después visualizamos de ellos, pretendían huir de él. Los que se lo tomaron como una moda en unos casos volvieron a casa de papá, que se cansó de pagar al nene las vacaciones permanentes. En otros, pretendieron seguir en la comuna sobreviviendo a base de artesanía. Los menos, dejaron la sana marihuana por las venas hinchadas bajo presión de un torniquete. Son los 70. Se acabó el cuento de hadas. John Sinclair y los MC5 gritaron por la revolución en sus conciertos, fundaron las Panteras Blancas y predicaron el comunismo en su programa de diez puntos. Lástima que Sinclair abusase de las drogas y el FBI, que no es tonto, acabara usándolas como arma para combatir la subversión en el corazón del imperio. Otro tanto pasó con otros Panteras, esta vez negros, que fueron destruídos por el programa de contrainsurgencia COINTELPRO y la sospechosa proliferación de crack en Harlem, en Detroit, en Washington D.C. Angela Davis al talego. Luther King asesinado. Preparaos todos para Nixon. Para Reagan. Para Bush.
La carrera de marras importa una mierda. Lo que importa es colocarse hasta el vómito, vivir experiencias psicodélicas en cualquier casino de Las Vegas, destruir habitaciones de hoteles y secuestrar a una adolescente que pinta retratos de Barbra Streisand. Este viaje, físico y mental, es la culminación de una locura que Duke empezó en San Francisco 6 años antes presenciando un concierto de Jefferson Airplane, en el que un hippie acaba lamiéndole en los lavabos la manga de su chaqueta impregnada de LSD. Al final queda demostrado que no se podía conseguir la paz y el amor universal a fuerza de consumir dosis a 3 dolares. "No trafiques con maría en Nevada; 20 años posesión, perpetua la venta". El sueño de los hippies se había tornado una pesadilla. Los beatniks, al contrario que sus sucesores, combatían el sistema. Los hippies, o al menos lo que años después visualizamos de ellos, pretendían huir de él. Los que se lo tomaron como una moda en unos casos volvieron a casa de papá, que se cansó de pagar al nene las vacaciones permanentes. En otros, pretendieron seguir en la comuna sobreviviendo a base de artesanía. Los menos, dejaron la sana marihuana por las venas hinchadas bajo presión de un torniquete. Son los 70. Se acabó el cuento de hadas. John Sinclair y los MC5 gritaron por la revolución en sus conciertos, fundaron las Panteras Blancas y predicaron el comunismo en su programa de diez puntos. Lástima que Sinclair abusase de las drogas y el FBI, que no es tonto, acabara usándolas como arma para combatir la subversión en el corazón del imperio. Otro tanto pasó con otros Panteras, esta vez negros, que fueron destruídos por el programa de contrainsurgencia COINTELPRO y la sospechosa proliferación de crack en Harlem, en Detroit, en Washington D.C. Angela Davis al talego. Luther King asesinado. Preparaos todos para Nixon. Para Reagan. Para Bush.
7 comentarios
marquinho -
en un caso dejaba a la gente en una eterna luna de Valéncia y en el otro fue la excusa para desarticular a un movimiento que a ojos del sistema daba miedo, y es que... habia muchos negros que empezaban a estar moscas...
Víctor -
Guanche Loco -
sergio -
Qué grande Hunter S. Thompson...
lara -
Ferran -
muy bueno
Kali -