Blank Generation
Así definía Richard Hell a su hornada generacional en una de las canciones más famosas de su carrera musical. Eran los chavales del 77, chupaban los flecos de la crisis del petróleo, la falta de expectativas día a día y se las apañaban para sobrevivir en la selva cotidiana. Muchos de ellos fueron listos. Los que no acabaron muertos en un callejón con una jeringuilla clavada en el brazo, optaron ser constructivos y empuñar sus guitarras para vomitar frustración en los escenarios. La suerte les hizo convertirse en moda, alguien bautizó eso como punk, unos pocos se hicieron de oro, otros muchos ganamos canciones inolvidables, y otros que fueron protagonistas acabaron olvidados.
Los españolitos, por nuestra parte, conseguimos por primera vez el derecho a atiborrarnos de conocimientos alimentándonos con licenciaturas. Los hijos del 77 tuvieron bastante suerte. Los nuevos diarios brotaron como setas y colmaron sus redacciones de jóvenes promesas. Plumas que con 20 años mordían la calle de forma audaz, escupiendo realidad desde las páginas de una prensa contundente. La televisión, por su parte, también rebosó de ideas. Es habitual en estos casos recordar la paradigmática Bola de Cristal como un nido a rebosar de culos inquietos, casi imberbes, recién calentitos de la facultad, que se hartaron de plasmar en rayos catódicos sus fecundas neuronas. Hay mil casos más, y hasta que la plantilla de TVE no fue depurada por su posicionamiento masivo contra la OTAN, en los 80 se cocieron productos muy bien paridos.
Año 2004. Casi un centenar de jovenzuelos salimos por la puerta de un edificio situado en la Rambla de Santa Mónica con un título en la boca. Ya no somos novatos. No nos comemos los mocos. En la Complutense, por ejemplo, no hacen escribir a los alumnos sus primeros artículos hasta el tercer curso. A nosotros, el cincel afilado de Carles Castro nos despedazó el primer día; tuvo la culpa un inocente teletipo que hablaba acerca de un asesinado por estrangulamiento mediante unos calzoncillos. Teníamos grandes ideas y preparación suficiente. Así lo demostramos cuando nos dejaron recrearnos libremente. Tengo muchos recuerdos que lo corroboran, al igual que muchos lectores de este blog también los tendrán. Diamantes en bruto, no exagero, tuve de compañeros en más de dos, cinco y veinte ocasiones.
¿Qué queda de eso? Poco, una nimiedad. Nadie arriesga por valores jóvenes. Nadie apostó por ninguno de nosotros cuando acabamos nuestras prácticas. Nadie, con suerte, ofreció más allá de la precariedad, el negrerismo, el búscate la vida, págate los autónomos, hazte freelance. Ofrécete, afirmaba un controvertido profesor de primero. Ofrécete a los medios, llévales cosas. Se cree el buen hombre, desde su delirio de francotirador repetitivo en la actualidad y columnista, que las cosas son como en aquel bonito 1977, que una amistad con cierto escritor emergente y periodista te daba el curro de tu vida. Bobadas. Ni los enchufes funcionan. Tantas ilusiones depositadas para luego obtener la nada. Tanto talento potencial ha acabado como un ramo de rosas en un cubo de basura. No sé tocar la guitarra y el punk ya no es ni novedoso ni transgresor. Mi arma es un modesto blog. El que escribe esto intuye que acabará sus días en algún triste empleo, inestable y discontinuo; como el cauce del Guadiana. ¿Trabajo estable de por vida? Estás anticuado, macho. Ya lo dicen los neoliberales: lo moderno es trabajar en mil empleos a lo largo de la vida. Las circunstancias de la producción exigen flexibilidad, no tienes un máster y no quieres ponerte rodilleras; tú no vales una mierda.I belong to the Blank Generation.
Los españolitos, por nuestra parte, conseguimos por primera vez el derecho a atiborrarnos de conocimientos alimentándonos con licenciaturas. Los hijos del 77 tuvieron bastante suerte. Los nuevos diarios brotaron como setas y colmaron sus redacciones de jóvenes promesas. Plumas que con 20 años mordían la calle de forma audaz, escupiendo realidad desde las páginas de una prensa contundente. La televisión, por su parte, también rebosó de ideas. Es habitual en estos casos recordar la paradigmática Bola de Cristal como un nido a rebosar de culos inquietos, casi imberbes, recién calentitos de la facultad, que se hartaron de plasmar en rayos catódicos sus fecundas neuronas. Hay mil casos más, y hasta que la plantilla de TVE no fue depurada por su posicionamiento masivo contra la OTAN, en los 80 se cocieron productos muy bien paridos.
Año 2004. Casi un centenar de jovenzuelos salimos por la puerta de un edificio situado en la Rambla de Santa Mónica con un título en la boca. Ya no somos novatos. No nos comemos los mocos. En la Complutense, por ejemplo, no hacen escribir a los alumnos sus primeros artículos hasta el tercer curso. A nosotros, el cincel afilado de Carles Castro nos despedazó el primer día; tuvo la culpa un inocente teletipo que hablaba acerca de un asesinado por estrangulamiento mediante unos calzoncillos. Teníamos grandes ideas y preparación suficiente. Así lo demostramos cuando nos dejaron recrearnos libremente. Tengo muchos recuerdos que lo corroboran, al igual que muchos lectores de este blog también los tendrán. Diamantes en bruto, no exagero, tuve de compañeros en más de dos, cinco y veinte ocasiones.
¿Qué queda de eso? Poco, una nimiedad. Nadie arriesga por valores jóvenes. Nadie apostó por ninguno de nosotros cuando acabamos nuestras prácticas. Nadie, con suerte, ofreció más allá de la precariedad, el negrerismo, el búscate la vida, págate los autónomos, hazte freelance. Ofrécete, afirmaba un controvertido profesor de primero. Ofrécete a los medios, llévales cosas. Se cree el buen hombre, desde su delirio de francotirador repetitivo en la actualidad y columnista, que las cosas son como en aquel bonito 1977, que una amistad con cierto escritor emergente y periodista te daba el curro de tu vida. Bobadas. Ni los enchufes funcionan. Tantas ilusiones depositadas para luego obtener la nada. Tanto talento potencial ha acabado como un ramo de rosas en un cubo de basura. No sé tocar la guitarra y el punk ya no es ni novedoso ni transgresor. Mi arma es un modesto blog. El que escribe esto intuye que acabará sus días en algún triste empleo, inestable y discontinuo; como el cauce del Guadiana. ¿Trabajo estable de por vida? Estás anticuado, macho. Ya lo dicen los neoliberales: lo moderno es trabajar en mil empleos a lo largo de la vida. Las circunstancias de la producción exigen flexibilidad, no tienes un máster y no quieres ponerte rodilleras; tú no vales una mierda.I belong to the Blank Generation.
5 comentarios
Manu Santiago -
orkgashmo -
tecladoroto -
eva -
orkgashmo -
y ké pasó kuando todo se jodió? ke se kemaron miles de idealistas y los primosde terminaron gastándose la pasta en los lujozoz porsches ke ahora korretean BZN, para dezpués mangonear el merkado inmobiliario hasta pudrirlo komo gusanitoz.
tras pasar media vida kurrando por el día y estudiando de notxe, habiendo trabajado el doble o triple de horas de las ke llegué a kobrar, pasando mis añitos mozos pagando autónomos komo buen freelance, llegando a verme sin un duro por empresarios kabrones ke luego no pagan y no puedes llevar ante la justicia porke es una puta muy kara, terminas dándote kuenta de ke NO FUTURE más ke una negazión era una advertenzia. si en algún momento de mi juventud pensé ke podía transformar la soziedad desde dentro, aportando un granito de ilusión, la soziedad se enkargó de sodomizarme bien hasta transformarme a mí.
ahora sólo pienso en las grandes empresas kuando busko objetivos para mis bombas. futuro ekonómiko? delincuenzia, economía sumergida, kontrabando, pirateo... y kon los añitos a engrosar las kárzeles, komo buen pobre.