Havanna Affair
Fábrica de cigarros habanos Cohiba. En unos pupitres, y como el orfebre que elabora con todo el amor una joya de absoluta unicidad, varios trabajadores del tabaco fabrican los puros de mayor calidad del mundo. Están siendo filmados para un documental de TVE2. Uno de ellos explica, en medio de sus palabras, lo importante que es participar, participar, participar. Algo huele a diferente en ese centro de trabajo, y no es sólo el penetrante aroma de la materia prima. No se trata tampoco en exclusiva de la pequeña arenga del fabricante de puros -que no pureta-, sino ante todo porque enfrente de ellos hay un mulato de unos cincuenta años que, armado con sus gafas, lee por un micrófono relatos, noticias del diario, textos.
La explicación a ese fenómeno tan extraño en un centro de producción industrial es sorprendente. Resulta que el trabajo se hace más ameno de esa manera, los elaboradores de puros están mucho más entretenidos y hacen sus tareas de manera más agradable. Con el silencio, las cosas serían muy diferentes. Apostilla el participativo trabajador del inicio que "de ahí viene la marca de puros Montecristo. Nos leían la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo y se quedó como identificativo."
Me puse a pensar sobre esa curiosidad desde mi punto de vista occidental-católico-educado-en-valores individuales. No pude evitar el pensar en que ese orador podría ser, según consideraciones neoliberales de máximizar beneficios y optimización de recursos humanos, superfluo del todo. De manera que en un ajuste, el buen abuelete se iría a casa con sus libros y sus lupas derechito al paro. Y observado de una forma más perversa, podría considerase las lecturas como una forma continua de adoctrinamiento en masa. Como si no lo fueran los letreros que afirmaban, en una factoría demolida al lado de casa, "orden y disciplina", "el producto debe salir perfecto", "no se pueden asumir los costes de los defectos".
Pero desde otro punto de vista, ese hombre tiene su utilidad. Aporta color al trabajo diario. Es mucho mejor que oir la radio. Sus compañeros seguro que agradecen el que pase días y días con las novelas o los diarios, entreteniéndolos y educándolos mientras hacer un trbajo que ya realizan de forma mecánica. Al fin y al cabo, él forma parte del proceso productivo de forma colateral. Incorpora valor a la mercancía. Y se siente útil y lo es para los demás.
Dos concepciones de como hacer las cosas. Me quedo, sin dudarlo, con la segunda. Aunque para algún Idiothink-tank pueda parecer desfasado, anticuado, o proponga como solución intermedia subcontratar a obra y servicio vía ETT al lector de textos en la fábrica de puros. O sustituirlo por becarios de Filología Hispánica cada tres meses.
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Cuando parecía que se agotaran las ideas, nacen otros proyectos.
Escuchando: Pearls Girl - Underworld
La explicación a ese fenómeno tan extraño en un centro de producción industrial es sorprendente. Resulta que el trabajo se hace más ameno de esa manera, los elaboradores de puros están mucho más entretenidos y hacen sus tareas de manera más agradable. Con el silencio, las cosas serían muy diferentes. Apostilla el participativo trabajador del inicio que "de ahí viene la marca de puros Montecristo. Nos leían la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo y se quedó como identificativo."
Me puse a pensar sobre esa curiosidad desde mi punto de vista occidental-católico-educado-en-valores individuales. No pude evitar el pensar en que ese orador podría ser, según consideraciones neoliberales de máximizar beneficios y optimización de recursos humanos, superfluo del todo. De manera que en un ajuste, el buen abuelete se iría a casa con sus libros y sus lupas derechito al paro. Y observado de una forma más perversa, podría considerase las lecturas como una forma continua de adoctrinamiento en masa. Como si no lo fueran los letreros que afirmaban, en una factoría demolida al lado de casa, "orden y disciplina", "el producto debe salir perfecto", "no se pueden asumir los costes de los defectos".
Pero desde otro punto de vista, ese hombre tiene su utilidad. Aporta color al trabajo diario. Es mucho mejor que oir la radio. Sus compañeros seguro que agradecen el que pase días y días con las novelas o los diarios, entreteniéndolos y educándolos mientras hacer un trbajo que ya realizan de forma mecánica. Al fin y al cabo, él forma parte del proceso productivo de forma colateral. Incorpora valor a la mercancía. Y se siente útil y lo es para los demás.
Dos concepciones de como hacer las cosas. Me quedo, sin dudarlo, con la segunda. Aunque para algún Idiothink-tank pueda parecer desfasado, anticuado, o proponga como solución intermedia subcontratar a obra y servicio vía ETT al lector de textos en la fábrica de puros. O sustituirlo por becarios de Filología Hispánica cada tres meses.
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Cuando parecía que se agotaran las ideas, nacen otros proyectos.
Escuchando: Pearls Girl - Underworld
2 comentarios
a la de alcalá yo no le gustaba... :( -
A ver si teneis suerte con el spartak ese.
lara -
salud!